Hoy me atrevo a publicar sobre un tema escamoso.
Delegar o no delegar, esa es la cuestión.
El gran @xavierferras en su libro Esquivar la mediocridad: Notas sobre management complejidad estrategia e innovacion, indica que:
Cuando los directivos delegan, multiplican. Cuando no saben delegar, solamente suman. ¿Esta delegación funcionará siempre a la perfección? No. También en eso hay que aprender y admitir una cierta lógica prueba-error. Se trata de aprender a concebir empresas con estructuras más planas, con decisiones alineadas, pero más distribuidas. Se trata de evitar toda burocratización inútil. Se trata de disciplinarse y apostar por empresas que no solamente piensen y funcionen en vertical.
Así que está claro: Delegar SÍ. Pero… ¿Cómo?
En este tema nos encontramos con muchas formas de proceder, y aunque no hay una forma correcta, sí muchos aprendizajes que nos arrojan una cantidad de errores a evitar:
- Hay quien piensa que delegar es dejar hacer, sin más. Decir que: A partir de ahora, tú eres el responsable de esta tarea. Confío mucho en tí, seguro que lo vas a hacer genial.
- Por otro lado, está la escuela contraria, la del micromanagement. Es decir: Te delego la responsabilidad, pero quiero que lo hagas exactamente como lo haría yo. Y voy a indicarte paso a paso, latido a latido, mi expectativa sobre el proceso.
Evidentemente, no es una tarea sencilla, y nadie nace aprendido.

Una de mis experiencias relativas a este tema tiene que ver con una época en la que me tocó encargarme de la redacción de las ofertas a presentar en los concursos públicos (los famosos pliegos) que demandaban software y servicios con la temática que hacía la empresa en la que trabajaba por aquel entonces. Se trataban de documentos muy amplios, de entre 100 y 200 páginas, que contaban además con numerosos anexos. Recuerdo que hubo un año que llegaron a pasar por mis manos cerca de 80 pliegos, de los cuales nos presentamos a cerca de 60, obteniendo un ratio de éxito superior al 80%. Pues bien, recuerdo que aquel éxito fue fruto de un gran trabajo en equipo entre personas de marketing, ventas, desarrollo, preventa, y que sirvió para articular unos procedimientos y unas plantillas que nos permitieron aplicar principios de calidad y mejora continua. Eso sí, una vez ejectuado el proceso, el cual había delegado mi jefe en mi, me tocaba revisarlo con él. Y dicha revisión consistía en ir página a página cambiando palabras por sinóminos, reformulando las frases con una gramática concreta, muy rara vez cazando algun tema ortográfico, etc. En varios cientos de páginas, entenderán que era un proceso extenuante.

Hasta que varias docenas de pliegos después, y con mucho éxito a mis espaldas, me rebelé. Y le dije a mi jefe que ya no estaba dispuesto a soportar esa revisión. Que si quería hacerlo lo hiciera sin mi, pero que creía que me había ganado el derecho a que confiase en mi, que yo estaba dispuesto a asumir la responsabilidad. El micromanagement puede llegar a ser extenuante, además de ser una fuente de desperdicio evidente, y por consiguiente, un despilfarro.
Ahora bien, también he vivido situaciones en las cuales se contratan a personas con muy poca experiencia, se le dan cuatro apuntes de lo que tienen que hacer, y se les lanza a la plaza a torear, ¡¡y cuidado que no se equivoquen!! que la culpa será de ellos. Ese es el otro extremo.
En mis años de consultoría utilizábamos el concepto de las «mochilas», que eran nuevos consultores, con poca experiencia generalmente – aunque lo podían ser más senior pero de otros sectores – que acompañaban durante unas semanas a otros perfiles más curtidos, para ir recibiendo formación en campo, pero también para que conocieran a los clientes, la metodología, las formas de hacer, etc.
Una vez estaban listos, ya eran autónomos, podían ir solos a realizar ciertos trabajos, siempre de menor a mayor complejidad.
Al final se trata de entender que no sólo estás ayudando a un nuevo compañero, sino que te estás ayudando a ti mismo, que estás ayudando a tu compañía, a tus clientes, a todos en general. Se trata de tener visión a medio y largo plazo, obviar el cortoplacismo que tantas y tantas veces nos come.
Eso sí, este es un camino plagado de minas, de complejidades. Otro día escribiré sobre el nepotismo, explicando otro tipo de experiencias relacionadas, y que también tienen mucho que ver con el arte de delegar, aunque con fines muy distintos.
Pero eso será otro día…
banco de imágenes: Unsplash
Me acabas de matar. Cuando escribí «El trabajo de un gestor no es sumar, es multiplicar» pensé que se me había ocurrido a mí. Y voy y me encuentro aquí una cita con el mismo sentido. Si es que está todo inventado.
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No es que esté todo inventado, sino que las distintas experiencias de la vida nos llevan a conclusiones iguales o muy similares. Un abrazo
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